Crónica de una semana por el país alauí o de cómo cuatro Adventure y una GS1200 sobrevivieron a pesar de sus dueños
- Los protagonistas: Jesús, Alvaro, Pepe, Paco y Ginés.
- El itinerario.- Día 1: León, Valencia y Linares-Algeciras / Día 2: Algeciras-Ceuta-Chefchauen-Fez / Día 3: Fez-Merzouga / Día 4: Merzouga (desierto) / Día 5: Merzouga-Gargantas del Todra y del Dades / Día 6: Dades-Ait Ben Haddou-Marrakech / Día 7: Marrakech-Tánger- Ceuta / Día 8: Ceuta-Algeciras (y algo más...).

Jesús (en primer plano), Alvaro, Pepe, Ginés y Paco.

“Enseñarme todos los mapas Michelin de Marruecos que llevéis encima”, nos dijo. Y nosotros que creíamos que era para indicarnos las mejores rutas!!! Sí, sí… que equivocados estábamos. Lo que nunca pudimos imaginar es que aquel oficial de la policía aduanera de Marruecos en Ceuta lo que iba a hacer era romper todos los mapas delante de nuestras narices “porque son ilegales ya que en ellos pone Sáhara Occidental y eso no es cierto; es una ofensa para nosotros los marroquíes así que quedan todos confiscados”.
La verdad es que nunca había oído nada parecido y al principio pensé incluso que era una broma, pero cuando el policía desapareció con nuestros mapas en el interior de la oficina aduanera el mundo se hundió bajo nuestros piés. Y ahora ¿cómo íbamos a recorrer aquel país durante una semana sin un puñetero mapa?
“No os preocupéis chicos, que yo llevo todas las rutas grabadas en el gps y esto está chupao…”. Quien así hablaba de manera tan optimista era Jesús, un bombero de Linares (Jaén) que lleva grabado el número 44 por todas partes aunque a estas alturas todavía no sé por qué y tampoco se lo he preguntado. El caso es que los demás nos miramos con cara de sorpresa (bueno, más bien de escepticismo e incredulidad) porque minutos antes se había producido el primer momento de confusión del viaje precisamente por otro de esos “seguirme a mi que llevo la ruta en el gps” de Jesús.
Habíamos embarcado en el ferry de Algeciras un domingo bien temprano nuestras cuatro Adventure y la GS1200 de Pepe para pasar la aduana de Ceuta lo antes posible cuando estando todavía en la bodega del barco Jesús quiso ponerse delante de todos para guiarnos porque los demás habíamos sido incapaces la noche antes de copiarnos la ruta que queríamos hacer en nuestros gps (algún día habrá que hacer un tutorial con todos los sistemas que tiene la gente para planificar rutas y luego pasarlas sin problemas al telefóno móvil o a la moto porque yo ya no me aclaro). Yo me acordaba cuando estuve dos años atrás en este mismo puerto con Roc Lloret (ese maestro del Off Road al que algún día habría que hacerle un homenaje por los miles de moteros a los que ha enseñado a andar por pistas de la mejor manera posible) que para llegar a la frontera simplemente había que seguir la carretera pegada a la playa y en apenas cinco minutos se llegaba, pero cuando vi que nuestro improvisado líder se metía por todo el centro de Ceuta (“esto está chupao”) me temí lo peor. Efectivamente, veinte minutos después seguíamos dando vueltas por la ciudad y a esas alturas todos ya éramos conscientes de que nos habíamos perdido y, lo que es peor, haciendo el ridículo preguntándole a una pobre señora a aquellas horas por dónde debíamos salir de aquellas callejuelas pese a que íbamos cargados de teléfonos móviles, gps de última generación, mapas recién comprados, intercomunicadores en todos los cascos y artilugios de todo tipo en unas motos con las que fardamos ante nuestros amigos que son capaces de dar la vuelta al mundo varias veces sin pestañear… y todo para que un ama de casa ceutí fuera la que finalmente nos tuviera que guiar hasta nuestro primer destino (que por cierto estaba a apenas 400 metros de donde nos encontrábamos!!!).
Con este precedente, claro, habría que ver las caras de los cuatro cuando Jesús repitió aquello de “seguirme” antes de enfilar ya por territorio marroquí hacia lo que debía ser propiamente nuestra aventura. Pues dicho y hecho, pero cuando llegamos a la primera rotonda yo volví a recordar que lo mejor para enfilar hacia Chefchauen y Fez era coger la autopista así que cuando vi que nuestro bombero tiraba por otro camino me negué en redondo a seguirle y convoqué una improvisada asamblea en un arcén con el objetivo de provocar un golpe de estado. Después de una democrática votación (no hizo falta urna, con mirarnos los otros cuatro a los ojos fue suficiente) me coloqué el primero y tiré de memoria hasta llegar felizmente a la “ciudad azul” para visitar durante un par de horas su medina. En el trayecto pudimos comprobar por primera vez la peculiaridad de los organismos públicos marroquíes para resolver cualquier imprevisto: una vez llegado al peaje nos dimos cuenta de que algunos de nosotros no habíamos cambiado dinero todavía y las tarjetas de crédito no servían, así que le dijimos al paisano de la garita si podíamos pagarle en euros y el tipo dijo que sí pero que nada de billetes, que solo monedas y a razón de dos cada uno, es decir, el doble de lo que marcaba la tarifa oficial al cambio. Bueno, por un par de euros no íbamos a pelearnos, así que le dimos lo que nos pedía y seguimos sin más contratiempos.
El resto de este primer día fue una mezcla de sensaciones, aunque todas buenas. Por una parte comenzamos a poner en práctica el modo marroquí de conducción (deberían incluirlo de serie en las motos), ese que establece que la raya continua no existe y que hay que andar con cuatro ojos por lo que te puede salir en cualquier momento en la carretera, y por otro disfrutamos de nuestra primera comida autóctona en un chiringuito después de hacer algo de turismo. Cuando llegamos a Fez nos dimos cuenta del acierto de haber elegido un hotel a las afueras para no perder tiempo al día siguiente de camino hacia el desierto (si alguien tiene interés en los detalles, se llama Riad le Ksar de Fes y es altamente recomendable). Después de una opípara cena (nos la habíamos merecido por tanto sobresalto) nos fuimos a dormir como si fuéramos cinco niños con la ilusión de que al día siguiente llegaríamos al desierto, aunque en ese momento no éramos conscientes de que lo que nos esperaba no era precisamente tan idílico como nos imaginábamos. Conducir una moto de más de 200 kilos por carreteras plagadas de trampas de arena puede llegar a convertirse en un infierno y nosotros lo íbamos a comprobar en primera persona dentro de unas horas....

(CONTINUARÁ...)

Enviado desde mi iPhone utilizando Tapatalk